La presentación de las maquetas como acto fallero propiamente dicho y
tal como se conoce ahora, con fiestas y actuaciones, tiene en realidad
muy pocos años de tradición. Originalmente, al comienzo de cada
ejercicio y apenas quemada la falla del anterior, los artistas solían
entregar a la Comisión bocetos en papel en los que plasmaban la idea que
proponían para la realización del monumento del año siguiente. Era, más
o menos, una especie de lo que ahora se llama “concurso de ideas”. Los
bocetos se mostraban en una Junta y tras diversos y enconados debates,
se procedía a elegir uno en concreto, determinar el presupuesto que
podía dedicarse a la financiación del mismo y dar un voto de confianza
al Presidente y un petit comité elegido por él mismo que entablara
conversaciones con el artista elegido para llegar a un acuerdo y
consiguiente contrato.
Otras veces, si el artista había logrado el Primer Premio o
simplemente optado con posibilidades al mismo realizando una falla que
hubiera gustado a la Comisión, se solía dar también al mismo un voto de
confianza. En caso de que el artista estuviera de acuerdo –lo cual era
casi siempre a no ser que hubiera recibido de alguna comisión
competidora una oferta económica inalcanzable para nosotros–, presentaba
un boceto a la Comisión que, nuevamente en Junta al efecto, debatía y
aprobaba esta vez sin grandes discusiones. Posteriormente, se firmaba el
contrato con el artista, otro acto fallero en sí mismo, y éste
comenzaba con los trabajos previstos.
El primer paso siempre es la realización de una maqueta a pequeña
escala del monumento a realizar, que sirva de patrón y guía.
En nuestra Comisión, uno de los primeros actos “oficiales” del
ejercicio es la celebración del Día de la Madre, en el que los falleros
más jóvenes –los hijos, claro– preparan unas cenas-espectáculo que
merecerían un artículo por sí solas. Esto suele ser durante el mes de
mayo, y a la misma asisten, además de la Comisión en pleno, personas muy
allegadas a la misma y nuestros artistas falleros, tanto de la falla
grande como infantil.
El broche de acto era siempre la presentación de las maquetas de las
fallas que plantaremos en el ejercicio que comienza. El artista
traslada desde su taller la misma y, normalmente entre grandes apuros
dada su aversión a los micrófonos, la expone ante la concurrencia
mientras explica sucintamente de qué va la falla este año y sus diversas
escenas, tras lo cual todos los falleros nos arracimamos en torno a
ella comentando y dando nuestro parecer. Supongo que para los no
profanos esto no dejará de ser otra de las peculiaridades de los
falleros, pero les aseguro que es un momento muy especial para muchos de
nosotros, ese primer momento en el que vemos la plasmación de aquello a
lo que vamos a dedicar muchos de nuestros esfuerzos durante los meses
siguientes. Digamos que es el equivalente a la primera ecografía.
La maqueta en sí, como todo el mundo supone, es una pequeña
escultura a escala de lo que será la falla. En ella el artista trabaja
por primera vez en tres dimensiones y va afinando la composición y los
diversos volúmenes de la misma. Algunos incluso suelen ubicarla en una
Plaza del Pilar esquemática para ver si va a caber todo y cómo va a
quedar, incluso si las piezas desmontadas van a poder acceder a la misma
a través de los angostos callejones que la circundan.
En sí mismas son todo un arte. Hay artistas que apenas definen los
volúmenes en escayola blanca, otros en cambio definen hasta el último
detalle en color y modelado, convirtiendo en auténticas maravillas que
luego resguardan en vitrinas de cristal y atesoran en sus talleres a
modo de exposición.
La maqueta les servirá de guía durante todo el año y, aunque puede
verse sometida a pequeñas modificaciones, será el patrón respecto al
cual el artista definirá y ejecutará todo el monumento. Incluso llegado
el día de la plantà, no será extraño que sea depositada en la Plaza para
que el artista y su equipo la utilicen como referencia para conseguir
el mejor efecto.
Como decíamos antes, la presentación de la maqueta era un acto
fallero especialmente esperado por toda la Comisión, pero también por el
resto del mundo fallero. Todo el mundo parecía interesado por conocer
qué proponían para el ejercicio las comisiones más importantes de la
ciudad. Así, al constituirse la Federación de Fallas de Especial, que
agrupa a las comisiones más importantes, pronto se llegó a la conclusión
de que sería buena idea el unificar las respectivas presentaciones de
maquetas en un único acto, dado el interés que éstas despertaban.
En un principio se eligieron para dicha presentación diversos
lugares emblemáticos de la ciudad, lugares como la Ciudad de las Artes y
las Ciencias, el Palau o el Teatro Principal, pero todas las
previsiones se vieron desbordadas. Y así, de realizarse durante un solo
día y en un lugar de aforo limitado, pasó a desarrollarse en un tramo
del Antiguo Cauce del Río Turia, junto al puente de la Peineta, durante
todo un fin de semana. Además de la exposición de las maquetas, se
realizan también actuaciones musicales, degustaciones gastronómicas,
diversas exposiciones e incluso la plantà y cremà de una falla realizada
ex profeso para el acontecimiento.
Así, con la excusa de la presentación de las maquetas de las fallas
más importantes de la ciudad, se organiza un auténtico festejo popular
que cada año ha cosechado mayor asistencia de público y éxito en
general, desbordando todas nuestras previsiones iniciales. Tras el
regreso de las vacaciones estivales, el mundo fallero comienza a
calentar motores esperando una de las más importantes citas del
ejercicio, la presentación al público en general de los proyectos de las
principales comisiones de la ciudad.